Claveles rojos en la cima del Mont-Blanc
(4.810 metros)
DE COMO TRES IGUALADINOS POR EL MAL TIEMPO NO HACEN EL
MONT-BLANC.
La popular rubia del Sr. Juan Ferran por una turística ruta nos
llevó a un grupo de igualadinos la pie del macizo a Chamonix –
Mont-Blanc -. Éramos tres los interesados en subir al “Techo de
Europa”, los amigos Fausto Vila, Salvador Farrés y el cronista.
En el despacho de Guías contratamos uno, que nos tenía que subir
a la cima… pero el tiempo se encargó de hacer fracasar nuestros
planes. Casi a diario llovió en Chamonix, siendo nieve por
encima de los 3.000 m.; cada tarde oíamos a nuestro guía que nos
decía: “Señores tampoco mañana será posible la ascensión”. Y así
agotamos los días de estancia en Chamonix, sólo pudiendo hacer
excursiones de turista, como la de los glaciares de Bossons,
Argentiers y el famoso de la Mer de Glaç con su cueva de hielo.
DEL REGRESO SOLO A CHAMONIX
Seguimos nuestra ruta hacia las bellísimas valles suizas.
Primero Ginebra, Lausana, bordeando el lago Leman. Luego nos
internamos a la suiza alemana, con la capital Berna. En
Interlaken hacemos otra parada, donde voy a conocer los picos
Junfrau, Mönch i el tan terrible y de los más caros en vidas, la
pared norte del Eiger. Después nos internamos por la suiza
italiana, para llegar a esta última nación por el Gran Collado
de San Bernardo. Es al pie de esta la animada villa de Martigny;
aquí era donde quedamos decidiríamos si regresaríamos los tres
alpinistas a Chamonix, o si seguiríamos el resto de ruta
turística. Mis dos amigos creyeron más interesante pasar a
Italia y, de ser posible, intentarlo por la vertiente italiana y
yo solo, pues atravieso el hermoso valle suizo de Trient y entro
de nuevo a Francia y seguidamente a Chamonix – Mont-Blanc -.
DEL POR QUE LO HICE SIN GUIA
Son varias las hora que paso en el despacho de Guías, esperando
llegue algún alpinista que vaya solo para la ascensión al M.-B.,
mas esto no sucede, y todas las cordadas que van a partir están
completas, dos alpinistas y su guía. Ojeo un libro, en el cual
los interesados en hacer ascensiones y que precisan compañía
anotan su residencia temporal de Chamonix. Leo que un señor
suizo desea compañía para el M.-B. Me entrevisto en su hotel,
pero me dice que ya tiene compañero y guía. Lee en mi rostro la
tristeza, son las últimas horas de la tarde y no he encontrado
compañero y guía. Lee en mi rostro la tristeza, son las últimas
horas de la tarde y no he encontrado compañero para la gran
ascensión; es su señora la que me dice conocer a dos Mrs.
franceses que quieren ascender al M.-B., pero que no están muy
animados, y ella misma me acompaña a ellos presentándomelos. Al
poco de hablar, ya decidíamos partir a la mañana siguiente a 6h.
NO ES MUY DIFICIL, PERO SI MUY DURO
Exceptuando la pared del Aguille de Goutier (800m. desnivel),
toda la ascensión es sobre hielo. Nuestra primera parada es en
el refugio del C.A.F. (Club alpino Francés), de Tete Rousse,
donde un buen té caliente nos reconforta y comemos un poco. A la
poca marcha de este refugio se ve encima de nuestras cabezas el
de Goutier, pero antes no llega uno e él quedas casi agotado,
pues esta gran pared tiene en nuestra ascensión la dificultad de
que está completamente salpicada de nieve y hielo caída la
semana anterior y que le dan aspecto de un invernal. Hay quien
dice que una vez superada esta pared se puede dar por hecho el
Mont-Blanc; puede tenga razón pues es lo más duro de la
ascensión. Aquí cenamos, pernoctamos y hacemos amistad Pier,
François y yo.
EL MONT-BLANC SE HACE DE NOCHE.
A las dos de la madrugada el refugio está en gran animación.
Todos estamos preparando nuestros equipos para la marcha
nocturna. Así, pues, también nosotros dejamos el refugio, y
encordados con nuestra flamante cuerda de nylon de 40 metros,
calzando grampones y portando nuestros piolets salimos aún en
plena noche hacia la cima. Es maravilloso, una luna llena toda
generosa, nos manda sus luminosos rayos y también nos acompaña
un gran centelleo de estrellas. Suena un viento huracanado que
da el sello de “gran ascensión”. Las partículas de hielo que
hace saltar nuestros grampones al herir el glaciar, debido al
viento se estrellan en nuestros rostros dañándolos; nos vemos
precisados a cerrar nuestros anoracs en la cara y ponernos las
lentes de nieve a pesar de que no hay sol. Empieza a clarear,
nuestra marcha es monótona pero ascendiente. Siento mareo, veo
es debido a mirar tanto rato fijamente el suelo monótono del
glaciar. Cambio de posición pasando un rato a último de cordada.
Así dejamos la mochila, tomamos té cargado en gran manera de
azúcar y otros ligeros alimentos. Sólo nos falta el asalto
final, 400 m. de desnivel, lo más atrayente de la ascensión,
paredes de hielo, grietas, aéreas cornisas. Muy lentamente, pero
con paso seguro, hemos superado todas estas dificultades
Alrededor de las 9h. estamos en el “Techo de Europa”,
contemplando la artística idea de otro cordada que dejó calvados
en la gran cima unos claveles rojos de plástico. Unos treinta
minutos nos pasamos en la cima haciéndonos fotos unos a otros y
yo filmando emotivas escenas con mi pequeña cámara de color…
Hacía 10 años que quería subir a esta cima. Fue en mi primera
ascensión a un 3.000, lo que los montañeros llamamos nuestro
“bautizo de montaña”, cuando oí hablar de la ascensión al
Mont-Blanc, y ahora, un 28 de Agosto de 1958, vistiendo la misma
camisa de mi “bautizo”, cual rito poético, la llevaba a la
codiciada cima más alta de Europa, la del Mont-Blanc.
Joaquín Mititieri
G. M.-F. J.
(D’un article del “Semanari Igualada” del 6 de setembre del
1958)
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